Un Sentimiento de Nostalgia

Platicando con Analuz acerca de un sentimiento de nostalgia que invade a veces por la tarde después de terminar un día de trabajo, recordé esa sensación de vacío o silencio que se producía en mí cuando aún vivía en Guatemala y salía tarde de la oficina. Pienso que tal vez es algo que viene de sentir ese cambio en el ritmo o tempo del día que ocurre cuando las energías bajan al terminar una jornada, o tal vez simplemente es que los atardeceres nos recuerdan que inevitablemente se nos fue un día más, como si el tiempo se nos estuviera escapando de las manos.

Analuz me decía que a veces hasta sentía un cambio de olor en el ambiente y entendí rápidamente en mi mente a qué se refería porque yo también lo sentía.

Pero el eje central de la conversación era la sensibilidad que tenemos algunas personas para percibir más intensamente estos cambios y el efecto que generan en nosotros o tal vez solo es una cuestión de estar presentes y en calma para poder sentirlos.

Este verano tuve la oportunidad de estar en un lugar en Cerdeña que se llama Costa Paradiso, quizás el lugar más bonito que he visitado desde que empecé mi vida en Europa, y le contaba que una tarde fuimos a ver la puesta de sol a un restaurante frente al mar y justo cuando se escondía el sol el horizonte una banda empezó a tocar música en vivo e inevitablemente unas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, en medio del caos de mi mente tan activa, nunca antes había logrado observar con tanta atención una puesta de sol y fue un momento revelador para mí, un llamado a vivir mi vida más presente.

Al día siguiente hicimos una caminata hasta llegar al mismo lugar en el que habíamos estado la tarde anterior, esta vez estaba vacío. Ordenamos dos capuchinos y dos cornetos al pistacho y mientras esperaba comenzó a sonar High and Dry de Radiohead. Nuevamente me invadió una mezcla de sentimientos; admiración y gratitud por poder vivir un momento tan especial, desayunando mi combinación favorita contemplando unas vistas maravillosas mientras escuchaba un género de música que me encanta sintiendo la brisa en mi cuerpo después de una larga caminata bajo el sol… resumiría todo como una fiesta para mis sentidos; un momento que me hubiera gustado inmortalizar.

A la vez casi siempre brota en mí una nostalgia profunda al darme cuenta de lo lejos que estoy de todo lo que dejé en Guatemala… los lugares, las personas, esas sensaciones de las que platicábamos con Analuz al salir de trabajar, las largas tardes de lluvia, los atardeceres en invierno, el olor a verano a principios de marzo cuando empezaba el calor y en general, ese clima tropical tan especial que tenemos en Guatemala al que si le prestáramos más atención, sabríamos valorar más la riqueza que le aporta a nuestros cuerpos y mentes.

Cierro con este texto que encontré un libro y encajó a la perfección con lo que a veces intento expresar:

“Quizá sea porque no podemos retroceder en el tiempo pero si podemos regresar a los escenarios de una historia de amor, de un crimen, de la felicidad y de una decisión fatídica; los lugares son lo que permanece, lo que podemos poseer, lo que es inmortal. Los lugares que nos han hecho quienes somos se convierten en el paisaje tangible de la memoria, y en cierto modo también nosotros nos convertimos en ellos. Son lo que podemos poseer y lo que al final acaba poseyéndonos.” – Una guía sobre el arte de perderse de Rebecca Solnit.

Susana Schmid

 

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